Sean Connery, que llevaba retirado desde 2003, encarnó al agente 007 en siete películas
Sean Connery muere el mismo día que lo hizo su hijo en la ficción hace 27 años.
El actor escocés Sean Connery ha fallecido a los 90 años “durante la noche rodeado por su familia en su casa en Nassau (Bahamas) tras haber estado enfermo un tiempo”, según dijo a la BBC su hijo Jason. El intérprete, dotado de una gran personalidad, fue el primero en encarnar al mítico James Bond en el cine y lo hizo en un total de siete películas entre 1962 y 1983 que le sirvieron en bandeja una gran fama y dinero. Connery llevaba desde 2003 apartado de la gran pantalla tras finalizar su último trabajo en el filme de superhéroes La liga de los hombres extraordinarios. Su prolífica carrera como actor abarcó un total de 72 películas en cerca de seis décadas y sus numerosos premios incluyeron un Oscar como actor de reparto por su magnífico veterano policía de Los intocables de Eliott Ness, de Brian de Palma, dos premios Bafta y tres Globos de Oro.
Participó en siete películas de la serie pero no quiso quedar encasillado como 007
Connery se desencantó de un personaje que podía haber seguido interpretando mucho tiempo más, y al que posteriormente volvería a cambio de una fortuna para hacer Diamantes para la eternidad (1971), y Nunca digas nunca jamás (1983), un Bond extraoficial, ajeno a los productores habituales, que desató una batalla en los tribunales. El mujeriego espía 007 nunca fue seducido del todo por el agente secreto en cuya piel se había metido y al que puso cara en los años sesenta, y cuando pudo lo dejó plantado para abrir horizontes y marchar por otros derroteros. Su decisión le permitió ganar el Oscar en 1988 por su papel como un veterano policía harto de la corrupción en el cuerpo que se conocía al dedillo las complicadas calles de Chicago (Jimmy Malone), reclutado por Elliot Ness para capturar al mafioso Al Capone. Paradójicamente, ese rol le costó la humillación de que su falso acento irlandés fuera duramente criticado, y calificado por la revista Empire como “el peor de la historia”.
De orígenes modestos, hijo de un camionero y una limpiadora, Thomas Sean Connery nació en 1930, en el periodo de entreguerras y con el mundo víctima de la Gran Depresión. Creció en Fountainbridge, un duro y violento barrio de Edimburgo, y dejó el colegio con catorce años para empezar a ganar dinero, trabajando como lechero en una cooperativa. En 1948 se enroló en la Royal Navy, pero poco después tuvo que abandonar su carrera como marino británico por razones médicas. A los dieciocho, consciente de su físico, se hizo culturista, consiguió trabajo como modelo, y se presentó en 1953 (casi una década después de su primera película como James Bond) al concurso de Míster Universo. No ganó pero le sirvió como plataforma, y le permitió ir a Londres para la audición de una versión teatral de South Pacific, consiguiendo un puesto en el coro.
Fue un independentista ferviente y dio mucho dinero al Partido Nacional de Escocia
Su carrera cinematográfica se disparó a partir de ahí, con interpretaciones de diversa magnitud en teatros de provincias y programas de televisión, como Réquiem por un peso pesado, de la BBC, en el que hizo de un boxeador ya al final de su carrera. Su primer rol para la gran pantalla llegó en 1957 (el thriller inglés No road back), y sólo un año después consiguió un papel más sustancial en el melodrama bélico Brumas de inquietud, junto a Lana Turner, entonces ya una famosísima actriz de Hollywood. Lo que pasó entre bambalinas no se sabe, pero lo cierto es que el novio de la actriz, un notorio gángster llamado Johnny Stompanato, se presentó un buen día de improviso y se lió a puñetazos con él, acusándole de tener un affaire con su chica. Aunque todavía no era 007, Connery se defendió bastante bien. Fue una de las anécdotas que más veces contó en su vida y en sus biografías.
